Emociones corrosivas
Hoy me levanté con todas las emociones alteradas, son esos días donde mi cabeza funciona como una turbina de avión, a mucha velocidad y abundante ruido. Cada momento en el que decido ir a dormir, mis dos o tres horas diarias, mi cerebro me hace fantasear con realidades poco probables, digamos un 95% de las veces. El 5% restante son esas pocas veces donde, mi mente, me inyecta con una dosis pura y corrosiva de verdades. Ayer me lo hizo, y fue a modo de pregunta. ¿Cómo es que terminé así? Tan sola, tan triste, tan enferma... Una interrogante que me acompaña hace mucho. Mi respuesta últimamente es... brumosa y muy confusa. ¿Soy responsable? Sí, lo soy... o por lo menos eso me hacen ver los demás. Pero... hey... no siento que sea tan así. No pedí ser esto, ni tampoco las cosas que me pasaron, tengan un poco de piedad. No les miento, intenté ponerme de pie muchas veces, pero no lo logro, y termino escapando a mi escondite de soledad. Es como si me ahogara en un mar oscuro, pero puedo ver a los demás, mientras me miran con decepción, en tanto me hundo hasta el fondo.
¿Qué es lo que lleva a una persona a considerar siquiera terminar su existencia? Cada persona tiene sus motivos, y no son una tontería como muchos creen, es un dolor real, existencial, algo por lo que lloras todos los días. El mío es el disgusto que siento conmigo misma y el desarraigo emocional con el que la vida me marcó. Sí... extraño de forma desmedida a mi mamá y papá, quiero estar con ellos, que me protejan de nuevo, que me cuiden y que toquen con sus manos mi rostro. No tienen una idea de lo ponzoñoso que es, no poder recordar sus voces.
Una forma de aceptar mis errores es escribirlos, para poder leerlos de nuevo y no hacerme la estúpida.
Hoy tengo un deseo único: quiero deslizarme por esas hermosas montañas nevadas, donde se encuentra el fin del mundo. Necesito ver qué se oculta ahí.
Un fin momentáneo.