Mariana

Te quiero, pero también te odio. Me haces llorar, pero también me ayudas a secar mis lágrimas. A veces solo quiero mandarte a la mierda, y otras solo quedarme abrazada por horas. Me consolas diariamente, pero también me das esas estúpidas pastillas. Me hablas de liberar mi corazón, pero me vigilas todo el día.

 Me das miedo, y no encuentro un porqué. Aunque cuando lo reflexiono, encuentro una respuesta. Estoy muy apegada, es como si llenaras ese espacio de hermana que no tengo. Pero el miedo, viene, cuando me doy cuenta de que no vas a estar para mí siempre, me vas a abandonar en algún momento, y eso me da terror.
 Mi hermosa ayudante terapéutica, perdón por ser un problema. En el fondo, sé que buscas ayudarme. ¿Quién más me acompañaría a ver seis horas seguidas de Alf? Solo vos, y es ¿por qué me querés? No sé. Qué doloroso es aparentar estar bien, cuando la tristeza te invade y, por dentro, sentis que todo se derrumba.
 Abrázame un rato más.





Entradas populares de este blog

Épocas

Transigir

Sinfonía agridulce